Un 30% de jóvenes españoles no ha podido seguir estudiando por culpa del rígido sistema educativo de España

José Saturnino Martínez es doctor en sociología, especialista en Educación, y uno de los expertos convocado por la subcomisión del Congreso de los Diputados para el Pacto de Estado de Educación. 
El jueves presenta en Madrid su libro 'La Equidad y la Educación', un profundo análisis del sistema educativo español en el que se subrayan los principales problemas que arrastra el modelo, como la falta de itinerarios educativos para los que no logran aprobar el bachillerato, pero también posibles soluciones. 
Entre sus propuestas: una educación post-obligatoria más flexible, que el profesorado asegure una atención más individualizada al alumnado o clases más pequeñas en barrios populares. Arranca el curso escolar 17/18 ¿Por qué cree que será recordado? ¿Habrá pacto de Estado? En lo político, en educación se ha abierto un escenario nuevo y más conflictivo que el de hace tres o cuatro meses. 
Entonces se estaban sentando algunas bases, pero ahora, con las últimas noticias, me he quedado despistado. 
Veo que, en vez de acuerdo, lo que se está buscando es poner sobre la mesa temas que generan tensión, los que tienen que ver con la religión católica. 
La religión ha desempeñado un importante papel en la educación en España, que se manifiesta en dos asuntos, la asignatura de Educación para la Ciudadanía y la escuela concertada. Son dos cuestiones que tienen a la sociedad muy dividida, por lo que es muy difícil llegar a un pacto. 
Cuando estuve en la subcomisión (del Congreso) el tono de los partidos me hizo pensar que había una voluntad sincera de acuerdo. Sobre todo en aspectos más técnicos, para adaptar el sistema a las necesidades de una sociedad que cambia. 
Ahora la voluntad de alcanzar un acuerdo de pacto de Estado depende de si deja a la Iglesia dentro o fuera del mismo. ¿Cuáles han sido sus propuestas al Congreso? Si les dices a tus hijos que lean pero ellos nunca te han visto leer, no van a leer Basé mi comparecencia en el último capítulo de mi libro. 
En él hay una reflexión sobre los problemas duraderos y la inercia, señalando que hay cambios posibles. Proponía una educación post-obligatoria más flexible, que el profesorado asegurase una atención más individualizada al alumnado, clases más pequeñas en barrios más populares... Y, sobre todo, que hay que reconocer la legitimidad de tener intereses particulares a los agentes del sistema educativo y tener la disposición de que eso se mueva hacia conseguir intereses universales. 
No sirve una reforma educativa en la que empeoras la condición del profesorado, por ejemplo. Ten dos dedos de frente. 
Mejora sus condiciones, como las de los estudiantes que quieren aprender y que aspiran a un buen puesto de trabajo y hay que darles una educación más cercana a sus inquietudes. No un currículum que no tiene en cuenta su experiencia vital, que así no te los vas a ganar. 
Hay que buscar el acuerdo universal a base de gestionar los intereses particulares de cada agente en el debate. Si no los tienes en cuenta, te pasa lo que le pasó al ministro (José Ignacio) Wert, que tuvo a todos los agentes en su contra. ¿Cómo puede una familia ayudar a mejorar el rendimiento escolar de sus hijos? Esto es algo que en sociología llevan medio siglo con ello. Hay familias que tienen un interés sincero por la educación y la cultura y que transmiten más sensibilidad. Pero si les dices a tus hijos que lean pero ellos nunca te han visto leer, no van a leer. 
Leerles cuentos desde pequeños por la noche parece que surte efecto en el alumnado de más bajo origen cultural. Aunque si no tienes estas tradiciones es difícil. 
También es útil estar pendiente y coordinado con el centro educativo, que los estudiantes lo vean, para que luego el joven no malmeta entre unos y otros para ganar él. No tiene sentido que le digamos una cosa en casa y otra en clase. ¿Es más partidario de medir el éxito educativo con pruebas o títulos? Los resultados de los test de los colegios no deberían ser públicos para no crear competiciónCreo que conviene medirlo de todas las formas posibles, porque es información que no debemos desaprovechar. 
Lo que me preocupa es qué se hace con lo que se mide. Por lo que me cuentan, en los centros en Madrid se usan las clases para entrenar las pruebas de nivel y se rompen la dinámica de cohesión y el despertar del prurito por el conocimiento. 
Y machacas al alumno a exámenes, para que el colegio salga bien. 
Los tests se deben usar con mucha cautela. Los resultados no deberían de ser públicos, para no crear competición. Sí debería tenerlos la inspección y hacer un buen trabajo y con cuidado en los centros, para que la comunidad educativa no se sienta cuestionada o sancionada. Entonces, los informes de PISA no tienen visos de desaparecer. 
La verdad es que va a más. El problema con PISA —y eso que soy su defensor porque, en un país sin dinero para investigación, PISA proporciona datos son de alta calidad y gratis— es la mala interpretación que se hace de los datos, por la prensa y los políticos, que miran los resultados como una clasificación deportiva. 
Eso no tiene sentido. La característica más asociada desde siempre a los test de PISA es el nivel sociocultural de la familia, lo que aporta la escuela es una proporción muy pequeña. 
Y hay quienes sostienen que son más un test de inteligencia que una prueba de nivel. Tendemos a comparar a España con Finlandia y Corea del Sur, pero usted sugiere que nos fijemos antes en Portugal, ¿por qué? La idea es que esto de compararse es absurdo. 
El sistema educativo de cada país tiene lógicas propias y delicadas muy difícil replicar. 
No podemos ir a copiar la manera de formarse, o el cómo las empresas o las familias interpretan la educación en otros lugares. Es lo que digo, no puedes ponerle alas a un perro y esperar que vuele como un pájaro. 
Lo que me gustaba del caso portugués es que partían de un nivel más bajo en los test que España y están en un nivel más alto. 
En vez de copiar, por qué no estudiar lo que han hecho aquí al lado, en Portugal, con una mejor organización docente, centros rurales integrados, más inversión... 
A lo mejor conviene no fijarse en el mejor de la clase, sino el que más progresa, porque Finlandia está yendo para atrás ahora. Además, es que Castilla y León tiene los mismos niveles que Finlandia.¿Por qué nos fijamos en Helsinki y no en Valladolid? En estudios recientes, el alumnado dice que se pierde en la ESO, que en ese salto se les pide demasiada autonomía. 
Por sentido común me temo que sí. Cuando vas a visitar un centro de ESO ves que no tiene mucho sentido el que haya niños con jóvenes. 
En toda cultura existen rituales de paso de edad. En España, antes más que ahora, lo era la Confirmación.
Los rituales de paso a la adolescencia se sitúan entre 13 y 15 años. Antes no se está maduro para la siguiente fase de edad. A los 11 son muy niños. 
Hasta los responsables de aquel cambio han reconocido que igual no estaba bien. España sigue liderando las estadísticas de abandono y fracaso escolar, aunque haya una mejora. La mejor política educativa es una buena política social Ahí la capacidad de mejora es impresionante. Antes había más del 30% de abandono y fracaso. 
Ahora está por debajo del 20%, en solo una década se ha dado un ritmo muy rápido de mejoría. Es una paradoja de que hayan mejorado con lo que se ha recortado en educación. 
Pero se nos olvida que las familias y el mercado también son factores importantes. 
Desde el punto de vista de fracaso escolar el sistema Logse ha sido un fallo educativo brutal, porque la gente que no titulaba en la ESO no puede seguir estudiando. 
En Alemania una persona puede ir a la FP dual (formación y trabajo) sin tener la ESO. Aquí se llevarían las manos a la cabeza si se permitiera pasar sin título. 
Pero ahora algo está cambiando. Si se ve que un estudiante no acaba la ESO se le puede desviar a la FP básica, y si la acabas se te permite el acceso al grado medio. Pero se ha hecho de una manera estigmatizada. 
Al alumnado más disruptivo o a los que no se sabe muy bien qué hacer con ellos los metemos en la FP básica, que, en vez de como actividad formativa, está evolucionando como una actividad de atención social. 
Lo que digo es que se debería ser más flexible, que aunque no hayas aprobado todo de la ESO no sales igual después de diez años de escolarización. 
Hay que ser más sensibles a las capacidades de los que no sacan el título. ¿Vería entonces bien pasar de curso con suspensos? No es ese el problema. Me obsesiona cómo usamos las palabras, que nos dificultan entender qué está pasando. Creo que se debe poder acreditar lo que sabe la gente, repitiendo o sin repetir curso. 
Un sistema más flexible. El problema de repetir curso es, por ejemplo, que repites con todo. Aunque hayas suspendido la mitad de las asignaturas. ¡Qué pérdida de tiempo repetir las asignaturas aprobadas! El sistema flexible es mucho más complejo de organizar, es sin duda más fácil tener a todos haciendo lo mismo y al mismo tiempo. Pero sin esas rigideces lo que se certificaría serían niveles de competencia. Tenemos un sistema educativo muy simple, rígido, que ha traído la disfuncionalidad de que durante una década en España ha habido un 30% de los jóvenes que no ha podido seguir estudiando. 
España prohibía que la gente estudiase porque no tenía título. En otros países hay instituciones que sí les preparan itinerarios para continuar formándose, aunque obtengas malos resultados en la educación obligatoria. ¿En qué debería invertir el Estado más dinero para mejorar la educación? Quizás en un barrio céntrico puedes meter a 40 alumnos en clase, pero 12 en otro barrio son inmanejables No lo tengo claro, creo que para mí es muy importante atender la mayor dificultad socioeconómica de las familias. 
Pero, eso sí, con personal, porque la administración prefiere casi siempre gastar en cosas antes que en personas. 
El gobierno de Canarias, por ejemplo, ha detectado adecuadamente, con pruebas diagnostico, la dificultad de algunos centros y va a mandar personal de apoyo, profesorado y también educadores sociales. Quizás en un barrio céntrico de clase media puedes meter a 40 alumnos de segundo de Bachillerato en el aula, pero 15 en 2º de la ESO en otro barrio son inmanejables. 
Hay que hacer microcirugía de alta precisión con el dinero. Antes la prioridad era construir colegios y formar maestros, ahora es saber asignar los recursos. No dar mil euros a todos los centros por igual, si otro necesita 10.000 y para personal. Siempre digo, además, que la mejor política educativa es una buena política social. 
Si a los padres de un alumno tienen un empleo precario y están desquiciados porque no saben si van a llegar a fin de mes, al llegar a casa la situación les va a afectar y eso influye sobre los resultados educativos. 
Sin embargo, es durante la crisis, cuando las familias se han empobrecido un 10% y la inversión pública por estudiante se ha reducido en un 25%, cuando los indicadores de titulación han mejorado ¿Cómo se explica? ¿Cree que los recortes se notarán más a largo plazo? Yo no tengo claro, al principio pensaba que sí. 
Pero hay gente que está acabando la primaria que siempre ha vivido en época de crisis y ellos también experimentan mejoría, tanto en las pruebas de competencias como en la estadística de repetición de curso. Pero es que la sociedad ha cambiado. 
No llega tanta inmigración, que solía ser de menor nivel en edad escolar, y sobre todo los alumnos de ahora son hijos de padres y madres que nacieron en los 70 y 80, cuando ya no había problemas serios de escolarización. 
Digamos que es la primera generación de padres que ha sido europea a nivel educativo. 
El atraso educativo era brutal en los 70 y a partir de ahí está a niveles equiparables con el entorno y eso puede estar detrás de la mejoría del alumnado, el nivel socieducativo de las familias. 
¿No es perjudicial cambiar tan frecuentemente las ley de Educación? En principio bueno no es, la gente necesita estabilidad para progresar. 
 Se han generado tensiones con el sistema, aunque realmente fueron tres las leyes que han afectado más a la educación en treinta años (la del 70, la del 91 y la LOMCE). 
Pero lo que me resulta paradójico es que, independientemente del sistema educativo, el nivel de competencias asociado al título se mantiene muy constante a lo largo de los años. 
No interpreta los datos o lee mejor un niño de hace treinta años que el de hoy. Aquí el detalle es que se habla de competencias, no de conocimientos. 
Una queja recurrente es que se ha bajado el nivel educativo. Pero el nivel baja porque has querido meter más asignaturas y has tenido que quitar horas a algunas. 
El contenido curricular ha menguado a cambio de que hay más materias. Es difícil saber sí es esto es mejor. Claro, en teoría se aprenden menos matemáticas, pero a cambio se estudian dos idiomas. Ahora bien, desde el punto de la competencia, las reformas educativas no se notan. 
Por muchas leyes que se cambien, los profesores se meten en el aula y hacen lo que consideran que está bien.

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